El término posverdad define, en buena medida y de forma muy preocupante, la sociedad en la que vivimos: un contexto social en el que la mentira se disfraza de verosimilitud y acaba convertida en realidad mientras que la verdad de los hechos reales se desvanece en medio del ruido y la desorientación ante la vertiginosidad de los cambios.
Prácticas tradicionales de manipulación informativa, desinformación o burdo engaño adoptan formas diversas -y engañosas en su propia denominación- como fake news, deepfakes, clickbait… Son paparruchas, bulos, o meras falsedades que se extienden y se asientan en la opinión pública con una celeridad y una amplitud desconocida hasta ahora, pero con el mismo propósito de siempre: condicionar la toma de decisiones individuales y/o colectivas, distorsionar la percepción y el entendimiento para condicionar las emociones y anular las razones.
En la era de la posverdad, la verdad se ha vuelto relativa, subjetiva e individual; se valora más lo que se siente o se quiere creer que la evidencia tangible de los datos y de los hechos verificados. La posverdad es un estado social que atenaza el diálogo social y amenaza a las democracias; socava la confianza de la ciudadanía en sus dirigentes, en las instituciones y en los medios de comunicación. Si bien, peligrosamente, son los propios agentes sociales quienes utilizan la desinformación y las noticias falsas, apelan a las bajas pasiones y generan escepticismo y polarización en su afán por moldear la opinión pública en beneficio propio y en detrimento del bien común.
Se señala a la tecnología, a las redes sociales y, más recientemente, a las inteligencias artificiales para responsabilizar de este clima social sin considerar que en su origen siempre hay personas e incluso estados interesados en manipular, adocenar o desestabilizar las sociedades democráticas por razones siempre oscuras y contrarias a las posibilidades que esas mismas tecnologías pueden ofrecer para desarrollar inteligencia colectiva y sostenible.
Frente a la posverdad es fundamental fortalecer el pensamiento crítico y la alfabetización mediática. Formarse, informarse y tomar decisiones en el día a día requiere aprender a encontrar y evaluar la información de manera objetiva, cuestionar las fuentes y buscar evidencias antes de aceptar algo como verdadero. Las personas tienden a creer en aquello que confirma sus propias creencias y valores, y se rodean de comunidades físicas o virtuales que comparten sus mismas perspectivas. En otras ocasiones, el miedo a manifestar las propias convicciones o a romper la viralidad de una mentira conduce a la autocensura. Frente a las burbujas informativas en las que las opiniones divergentes son desacreditadas o ignoradas solo cabe el diálogo abierto, la apertura de mente y la voluntad de entendimiento mutuo.
La posverdad se destruye con respeto, con formación, con transparencia, con responsabilidad y también con regulación. La construcción de la sociedad del conocimiento y de la inteligencia colectiva, humana y artificial en equilibrio, es una cuestión que requiere colaboración y atañe a todos los actores sociales, desde cada ciudadano a las organizaciones de la sociedad civil y los gobiernos; a los medios de comunicación y a las plataformas digitales; a las universidades, a los educadores y a cuantos aman la libertad.
Este artículo ha sido publicado anteriormente en la revista TELOS: Datos, hechos y razones frente a la posverdad - Telos Fundación Teléfonica (fundaciontelefonica.com)